DEL SUELO AL CIELO
Hablemos
del fracaso. Para muchos de nosotros, sentimiento abrazador que nos ha
acompañado constantemente. Hablemos de la caída. De levantarse y volver al
suelo. Hablemos de lo doloroso que es ver derrumbarse tus proyectos, tus
finanzas. Hablemos de lo travieso que puede ser el destino mandándote por el
camino que no quieres ir, y rezongas, y peleas con regresar al camino del
éxito, pero de sopetón te envían de nuevo al barranco. Hablemos del fracaso.
Se define como el “malogro”, según el diccionario como un
“suceso lastimoso, inapropiado, funesto”.
Pero si le cambiáramos dos letras, nos daría una palabra con significado
opuesto: m’i’l’a’gro. Los opuestos, dicen por ahí, se atraen. La realidad, es
que después del golpe, así como un entrenamiento de artes marciales mixtas, la
piel y el músculo sacan cayos. La mente madura. Al levantarte, tu cuerpo, mente
y espíritu no es el mismo, surge con fuerza y necedad de reinventarse.
¿Cuántos de ustedes no han vivido estos golpes que expresan
en todo su ancho la definición del fracaso? Ese logro quebrado o desviado por
alguna situación. No está por demás decir cómo duele. Cómo repercute en la
entraña al punto de sentir que la vida no tiene sentido, y ya no hay nada más
que esperar, que la muerte. Por supuesto, después de uno o dos fracasos, la
muerte sólo es un recurso poético. Pero después de varios años bailando en
lodazales, la sensación funesta es prácticamente, un hecho real a punto de
suceder.
Entonces el fracaso es un incentivo que me está cubriendo de
una piel un tanto valemadrista. Cuando alguien te llegue hablar de lo fracasado
que es su vida, piensa en todo el camino en el que ha andado, dejándolo en el
lodo. La vida no es vida sin experimentar el fracaso. Al caerse, no queda otra
más que levantarse. Dejar que sane la herida, y planear el siguiente vuelo.
Así, me parece que el verdadero fracaso sería quedarse derrumbado en el piso.
LAMT
Coatepec. Mayo, 2019.